Un relato espeluznante


Caso Vallecas


Año 1991. La joven Estefanía Gutiérrez Lázaro realiza, durante un descanso en el recreo y junto con unas amigas, el mal llamado juego de la ouija. Una profesora las descubrió, las chicas tiraron el tablero y un extraño humo que salía del vaso de la ouija penetró por las fosas nasales de Estefanía. Ya nada volvería a ser igual en casa de los Gutiérrez Lázaro. 

La extraña muerte

A partir de este momento, la muchacha empezó a sufrir extrañas convulsiones que, en la mayoría de las ocasiones, acababan en patología epiléptica. De repente un día emtró en coma  que a las pocas horas se convirtió en una catalepsia severa. De ese trance no volvió a salir. Una noche murió entre convulsiones y gritos en presencia de toda su familia. En el informe forense elaborado en su día por el doctor Pedro Cabeza se realiza toda una investigación de las posibles causas de su muerte, diagnosticada finalmente como parada cardiorrespiratoria, incluso diseccionando las vísceras y enviándolas para su posterior análisis al Instituto Anatómico Forense. Al final, nada se clarificó en torno al óbito de la joven Estefanía.

Comienzan los fenómenos en casa 

Desde el momento en que acontece la extraña muerte comienza el infierno de los Gutiérrez Lázaro. Unos gritos de mujer diciendo en tono muy alto ¡mamá!, ¡mamá!, levantan a toda la familia en plena madrugada. Al abrir la puerta del pequeño aseo comprueban que no hay nadie. Las camas están revueltas, como si alguien hubiese entrado y hubiese zarandeado todos los objetos de esa habitación, que desde la noche trágica había permanecido cerrada a cal y canto. 

En pleno día, llegando ya el otoño de 1992, toda la familia comprueva cómo las puertas del salón se abren de par en par y cómo unos puños invisibles aporrean todas las paredes. Es tal la sensación de miedo e inseguridad que deciden, entre todos, colocar un sofá bloqueando la entrada y un pesado objeto de mármol. Cuando parece que todo ha pasado, de ese pasillo angosto y largo surge algo que, como una corriente huracanada, abre de nuevo el pomo y empuja todos los muebles hasta la pared de enfrente, tirando todos los objetos de las vitrinas. Entre ellos destaca uno de gran valor simbólico para la familia, un retrato fotográfico de Estefanía, sonriente, meses antes de su óbito. Cuando Máximo Gutiérrez dedice comprueba que una llama viva está devorando parte de la imagen ¡por dentro del marco de cristal que tenía puesta la efigie! El fuego imposible, desplazándose por el rostro de la niña, reduce a cenizas parte de la fotografía en un hecho de inverosímil explicación, ya que el cristal, atornillado firmemente, no permitía la existencia de oxígeno.

Hacia el día 24 de dicho mes, las dos hermanas que comparten una habitación con literas describen una imagen horrorosa en plena madrugada: 

"Observamos que había alguien más allí con nosotros. ¡Creímos morir! Una cosa larga, con forma de hombre, como si un hombre se arrastrase, con la cabeza toda negra, sin ojos, sin boca, sin nada, iba con el pecho pegado al suelo, deslizándose a lo largo de la habitación. Empezamos a gritar, y justo entonces empezaron las muñecas que tenemos amontonadas en una pared empezaron a ser lanzadas contra el otro extremo con fuerza, una tras otra, y empezó a sonar todo con golpes y gritos. Cuando abrieron la puerta nuestros padres, nos encontraron encogidas cada una en su cama y todas las muñecas tiradas por el sueño, como si alguien hubiera estado jugando con ellas durante horas...". 


Intervención policial 

El 27 de Noviembre de 1992, tres agentes se detienen ante el portal número 8 de la calle Luis Marín, de donde han recibido la llamada angustiosa de un padre de familia envuelta en extraños sonidos y golpes de fondo. Tras la inspeción redactan un informe que quedará guardado para siempre...


"Estando sentados en compañía de toda la familia, pudieron oír y observar cómo una puerta de armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y totalmente antinatural... 
Momentos después pudieron percatarse y observar cómo en la mesita que sostenía el teléfono, y concretamente en un mantelito, apareció una mancha de color marrón consistente que el Z-2 identifica como babas... 
En el recorrido que hicieron por diversas habitaciones de la casa observaron un crucifijo de madera al que, el fenómeno al que estamos haciendo referencia, le había dado la vuelta, arrancándole el Cristo adherido al mismo... 
Que, según manifiesta una de las hijas, tomó el Cristo del suelo y lo adhirió detrás de la puerta de la habitación junto a un póster produciéndose también de forma súbita y extraña, tres arañazos sobre el citado póster...".
 

Como conclusión, los cuatro agentes certificaban que allí, en la humilde casa de Vallecas, hay una serie de fenómenos de todo punto inexplicables

No hay comentarios:

Publicar un comentario